‘Caballeros, vejigantes, locas y viejos: Santiago Apóstol y los performeros afropuertorriqueños’ de Lowell Fiet, sus personajes principales exteriorizan convicciones, reprobaciones, contradicciones, ambigüedades y propuestas que pueden pasar desapercibidas para muchos de los que acuden a este empobrecido municipio para entretenerse, escapar de una cotidianidad asfixiante o acercarse de manera folklórica a tradiciones afropuertorriqueñas.
La música, los vistosos disfraces y sus accesorios, los bailes y los movimientos corporales, entre otros elementos, enhebran un complejo texto social desde la otredad que suponen la negritud, la pobreza y la marginación. Sus representaciones nos interpelan desde un espacio estremecido por crecientes tensiones sociales y la experiencia de un abandono gubernamental que ciudades como San Juan y Ponce jamás experimentarán.
Haciendo notar la hibridez cultural de la celebración, el profesor Fiet destaca la preeminencia de manifestaciones culturales africanas en las calles. Atestiguamos en Loíza, implica el estudioso, un despliegue performativo, una reescritura del pasado, el presente y el futuro del pueblo y de la nación, espacios diferenciados entre sí por factores demográficos, socioeconómicos, políticos y culturales. Se concreta así la reapropiación de la memoria y la interlocución con los que no suelen escuchar, con los que conspiran para integrar la región a su cartera de inversiones.
El cariz de esta fiesta popular recala en la “inconformidad e irreverencia, pero también… reafirmación, enraizamiento o grounding individual y colectivo”, como nos lo recuerda el escritor.
La reapropiación de Santiago Apóstol por los loiceños proclama la reciedumbre de una cultura subalterna que, contrario a los ámbitos de poder tradicionales (desde políticos hasta religiosos), no teme acoger dentro de sí a la diferencia. Y no es lo mismo la diversidad que la diferencia. La primera, nos dice el académico indio Homi K. Bhabba, surge de la homogeneidad; la segunda se inscribe en la otredad.
Fiet explora la riqueza cultural e histórica inherente a la genealogía de los personajes. Sus coordenadas transitan de manera no lineal de África al Caribe, encarnadas en prácticas de diálogo y resistencia que pulsan diversas coyunturas históricas a partir del momento infame en que millones de seres humanos diferentes fueron desarraigados de sus hogares por la cruz y la espada y deshumanizados por la práctica socialmente aceptada de la esclavitud. La compleja raigambre de los vejigantes, los caballeros, las locas y los viejos discurre a través de un “bricolaje cultural, un collage polifónico y polisémico de elementos sensuales, plásticos, visuales, sonoros y textuales”.
Lo sensorial se representa, por ejemplo, en el popular estribillo “El vejigante comió mangó/Hasta las uñas se las lambió”, en el que, afirma el autor, se exalta al cuerpo. Frente a la moral estrecha de los que pretenden usurpar la intimidad del prójimo y criminalizar preferencias sexuales heterodoxas, los personajes de las Fiestas “sitúan el cuerpo en la controversia”, como dice la profesora Mary Green sobre la novelística de la escritora chilena Diamela Eltit.
La respuesta contestaría de los Vejigantes, por el contrario, apuesta a una sociedad de inclusión, actitud centrífuga que irradia “… una luz que siempre se rompe en otras para crear un arco iris de colores y posibilidades…”. Que sin la luz, nos dicen los performeros, perdemos el camino, que sin el arco iris perdemos la utopía. El autor es profesor de inglés y humanidades en la UPR, Recinto de Río Piedras y en el Conservatorio de Música.
La música, los vistosos disfraces y sus accesorios, los bailes y los movimientos corporales, entre otros elementos, enhebran un complejo texto social desde la otredad que suponen la negritud, la pobreza y la marginación. Sus representaciones nos interpelan desde un espacio estremecido por crecientes tensiones sociales y la experiencia de un abandono gubernamental que ciudades como San Juan y Ponce jamás experimentarán.
Haciendo notar la hibridez cultural de la celebración, el profesor Fiet destaca la preeminencia de manifestaciones culturales africanas en las calles. Atestiguamos en Loíza, implica el estudioso, un despliegue performativo, una reescritura del pasado, el presente y el futuro del pueblo y de la nación, espacios diferenciados entre sí por factores demográficos, socioeconómicos, políticos y culturales. Se concreta así la reapropiación de la memoria y la interlocución con los que no suelen escuchar, con los que conspiran para integrar la región a su cartera de inversiones.
El cariz de esta fiesta popular recala en la “inconformidad e irreverencia, pero también… reafirmación, enraizamiento o grounding individual y colectivo”, como nos lo recuerda el escritor.
La reapropiación de Santiago Apóstol por los loiceños proclama la reciedumbre de una cultura subalterna que, contrario a los ámbitos de poder tradicionales (desde políticos hasta religiosos), no teme acoger dentro de sí a la diferencia. Y no es lo mismo la diversidad que la diferencia. La primera, nos dice el académico indio Homi K. Bhabba, surge de la homogeneidad; la segunda se inscribe en la otredad.
Fiet explora la riqueza cultural e histórica inherente a la genealogía de los personajes. Sus coordenadas transitan de manera no lineal de África al Caribe, encarnadas en prácticas de diálogo y resistencia que pulsan diversas coyunturas históricas a partir del momento infame en que millones de seres humanos diferentes fueron desarraigados de sus hogares por la cruz y la espada y deshumanizados por la práctica socialmente aceptada de la esclavitud. La compleja raigambre de los vejigantes, los caballeros, las locas y los viejos discurre a través de un “bricolaje cultural, un collage polifónico y polisémico de elementos sensuales, plásticos, visuales, sonoros y textuales”.
Lo sensorial se representa, por ejemplo, en el popular estribillo “El vejigante comió mangó/Hasta las uñas se las lambió”, en el que, afirma el autor, se exalta al cuerpo. Frente a la moral estrecha de los que pretenden usurpar la intimidad del prójimo y criminalizar preferencias sexuales heterodoxas, los personajes de las Fiestas “sitúan el cuerpo en la controversia”, como dice la profesora Mary Green sobre la novelística de la escritora chilena Diamela Eltit.
La respuesta contestaría de los Vejigantes, por el contrario, apuesta a una sociedad de inclusión, actitud centrífuga que irradia “… una luz que siempre se rompe en otras para crear un arco iris de colores y posibilidades…”. Que sin la luz, nos dicen los performeros, perdemos el camino, que sin el arco iris perdemos la utopía. El autor es profesor de inglés y humanidades en la UPR, Recinto de Río Piedras y en el Conservatorio de Música.
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